Para Olalla, Marta y Francesc
Aquella madrugada en la puerta del <<Copas>>
estábamos fumando los cubatas
cegados por la sombra.
Un sin techo callejero
que andaba a cuatro patas
delante de nosotros se paró
cegados de espesura,
su mirada de pena nos partió el corazón.
Hubo quién ordeñó una vaca
y en el cuarto de los trastos
encontró la palangana
y la llenó de rebosante leche.
Hizo el can la oportuna reverencia
con actitud tan grácil su lengua se empeñaba
en la tarea con destreza,
la leche la sorbía a lametazos
el dócil pulguiento.
El rabo se movía
a la noche abanicando,
el cánido miraba agradecido,
caía de sus morros la blancaza rosada
del hambre pendiendo los mocos de un hilo.
La luz del local nos mostró
el bello talle
tapando la noche poblada
la diversa morada en su pelaje;
había un edén de piojos,
de pulgas, de garrapatas flacas.
Adopté aquella noche a la Preciosa.
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