Imagen de Marcin en Pixabay
Los niños y niñas mocosos
estiran sus manos buscando la dádiva
enseñan la sucia pituita
rascando el bolsillo del blanco turista
vestido de blanco.
Las niñas mocosas abultan sus senos,
se cuelgan pendientes baratos que brillan
bailando que vienen y van en sus lóbulos jóvenes.
Se pintan los labios de rojo y marrón,
se pintan las uñas de verde y de azul,
su talle perfuman con humo de negro
y rubio tabaco y se ponen tacones de punta
pendiendo sus cuellos los falsos collares de perlas.
Se ajustan las prendas que están insinuando
la fiesta, la farra, la juerga del hombre,
que caro o barato, les paga
el sexo con niñas que nunca jugaron
a ser lo que son y que crecen a golpes,
a golpes de vida y se duermen despiertas
en calles, esquinas,
sin puertas que se abran
que cierran la fe y la esperanza.
Se paran los coches, se acercan
los niños que venden pañuelos,
los niños que limpian se ponen
enfrente del coche,
los hay que se suben
y nunca a la nube flotante.
La nube en que sueñan
despiertos, dormidos, drogados,
buscando el dinero barato
que sale tan caro y que caro se paga.
Dejaron los sueños con duro trabajo
pagado tan mal.
Salivan las bocas que vagan y nunca se paran,
si paran se duermen sin pan que catar.
Sus sucias rodillas delatan los días que nunca se acaban.
La niña descalza se queda sin dientes
sentada en la acera se queda mirando
a lo alto con cara de pena
con lágrima enjuta que nunca se seca.
El niño la abraza sentido
la besa con mocos y barro
con beso tan limpio y tan puro.
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