Fotografía: https://www.revistaoxigeno.es/destinos/epiro-y-la-vitalidad-escondida_54174_102.html
El caminante emprendió su trayecto
en compañía del cielo azulado
y de los grises oscuros de lluvia,
con el bautismo en rocío de rosas,
con los olores perennes de hinojo,
con la mantilla que teje la araña,
con el cantar aserrado del grillo,
por las montañas vetustas y bellas
que se levantan tocando los cielos.
Grande ilusión se la guarda en la bolsa
con cada paso que da el caminante,
buscando sendas encuentra quietud
en que se bañan sus manos y el alma.
Donde se crían los canes molosos,
donde se pierde en Epiro la vista,
él se dirige con paso lentísimo
acompañado por nubes de lluvia
a un inconcreto destino con sed
de conocer el sentido de andar,
de andar a solas sin más compañeros
que el firmamento y la luna noctámbula
y el Sol que sale con fe amanecida.
Quiere saber si empezado el camino
lo que se anduvo obtendrá recompensa
con soledad que convoya al compás
de los sonidos del viento y murmullos
que las forestas y ríos susurran.
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