En la soledad de los andenes,
soy consciente yo por un momento
del teatro que representamos.
Espectadores somos y actores,
tomamos cada cual los papeles
que antes nos hubimos asignado.
Ahora estamos representando
el veraz teatro de la vida
y los sillones se han ocupado.
El guión está escrito a cada paso
con pasos que todos vamos dando,
así la función se va acabando.
Al terminar vamos desfilando,
entre aplausos o mordaces críticas,
todos se glorian de su espectáculo.
Pocos convienen lo mal que se hizo,
pocos reconocen el fracaso,
otros nunca se quitan la máscara.
Unos se glorian del mal ajeno,
otros solo miran a otro lado,
si uno ha perdido, otro sí ha ganado.
En la compañía del andén
veo trenes que pasan vacíos
y otros, en cambio, pasan llenísimos.
En este teatro de la vida
el público abarrota la sala
o, sin más, la función abandona.
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