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Nunca más habrán perdones míos
o excusas que me paren,
tiene un precio tu desprecio,
tendrá un castigo tu falta
de respeto, el cruel silencio
que medrosa dedicas.
Las consecuencias de los actos
son sorpresas que nadie las espera,
la vindicta se sirve algente, dicen,
y cuando menos lo esperamos cae
como un jarrón de agua fría.
No es traidor el que lo advierte.
Siempre tú me arrojaste a la maldad,
es vileza que tú con burla obsequias.
Nunca, créelo, Dios lo exculpará
a pesar que se inmole a un recental.
Nunca perdón o márgenes habrán,
nunca digas que no te lo advertí.