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Dicha olvidada
en postrer ángulo,
memoria escondida, prohibida.
Me enervaba la infame desidia,
tu desgana,
tu juego,
tu desdén,
tu mentira,
tu doblez.
Arrancaban frágiles pétalos
de la amapola
tus dedos.
Desgarrabas rosas hojas
del centro impertinente de mi mutismo.
Huecos ecos eran que se cortaban,
se hacían sordos,
caían.
Mutismo
(pesadez mía que aún te incordia),
que no te agasaja.