Igual que el vuelo grácil
de la alondra,
dibujas tu sonrisa amable
pintando colores en los trazos
y recompones mi ruina.
Igual que un amanecer
anaranjado, de púrpura y de índigo,
tus plegarias me despiertan.
Nubes se rizaban en hielo
con sabores amargos
de añejo rancio vino.
Negra tormenta
empapaba mi alma y mi cabeza.
Ese Cáliz se atragantaba,
no se abrían las puertas del Cielo
para mimar tus cálidas orillas.
Hoy tu paciencia me arrulla
y tu verbo es un verso.
La suave brisa de tus cabellos
me embelesa,
entregues, o no, el azul y el albor
al niño ávido de atenciones.