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¿Quiénes somos me pregunto
sino olas que convergen en la orilla?
Me respondo, me interpelo,
que no es río nuestra vida
sino mar, ora bravo, ora en calma,
que siempre fina
alegre o triste la ola
a la orilla,
a la orilla del mar.
Ola que traspasa la arena en la riba
y vuelve de nuevo a sumar,
a sumar con gotas de rocío
—rocío que sala cualquier paladar-.
Es sal,
la sal de la mar, de la vida;
efímera vida que precisa la sal
como el semáforo el color que lo distinga,
color que platica a los autos
para que no se choquen y prosigan
como la ola mutable
sonora y silenciosa que se viste de mar
o el mar se viste con la ola distinguida.
Se saborea mejor la vida
con una pizca de sal,
de sal marinera, de sal marina,
de espuma de la marinante sal.
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