¿Qué no es el amor sino un subterfugio
donde se esconde el deseo,
una trampa de cobardes
o el festín del vulgo que yace
complacido y satisfecho?
Es una excusa, un leitmotiv
que encierra la verdad
que nos enseña el relojero;
no es más preciso quien ama
y es amado, solamente está cansado.
Cansado del reloj que da vueltas
sobre si mismo cada día,
despertando con la misma persona,
con el mismo aliento mentolado
después del desayuno,
las mismas prisas para huir al trabajo,
la reiterada rutina al verse
pensando en otros al consumar las desdichas,
mientras los cuerpos sudorosos
no encuentran a su alma gemela.
Es el amor una convención
que nos mantiene tontos,
tontos y enamorados como Narciso,
mirándonos en el espejo del otro.
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