La noche inunda cada día
y solemne Selene
se engalana con los astros.
Cierra la certeza la celeste bóveda
y fuera de ella está lo inmenso inabarcable.
El silencio de la sombra es un ladrido
hondo, mudo, incomprensible
y como afónico eco orate rebota con un muro.
Nada es infinito,
ni siquiera la cerca del vacío.
Cualquier día dirán que somos estrellas
brillando en el cielo.
Es ingenuo.
El hombre necesita la metáfora
que vista de poesía la ingrata realidad.

Ciertamente, una realidad que a veces inunda.
ResponderEliminarMaravillosos versos, querido.
Besos, Joan.
Muchas gracias querida
EliminarBesos
Magníficos versos, amigacho.
ResponderEliminarEste comentario ha sido eliminado por el autor.
EliminarMuchas gracias amigacho
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