Surgen copiosas las sombras,
esquivas, eterno séquito,
rasgando su noche expectantes
quieren esconderse del día
en su azabachado velo.
Sombras inquietas,
tan solemnes, sin vida propia,
tan solemnes, sin vida propia,
solitarias, nómadas,
aceradas, testarudas,
aceradas, testarudas,
moviendo su contorno
en las paredes y en el camino
besando fielmente las huellas
del huésped delineando
su mudez en su oscura tez.
Sombras silentes y afónicas,
calladas, disimuladas,
asiendo los cuerpos
siendo almas errantes
esposadas a la vida
igual que la misma muerte.
Sombras que se escapan,
que bailan idas,
que se dividen y redoblan
en su sombría silueta.
¿Somos sombras
reflectadas a la tierra
en nuestra solemne opacidad?
¿Somos la sombra infinita en el Universo
que proyecta la tiritante mano
del umbrío, sordo,
esclerótico y moribundo Dios?
Buena pregunta, compañero, bellamente escrita.
ResponderEliminarUn saludo.
Muchas gracias
Eliminar¿No es la sombra sino lugar y tiempo sin luz?
ResponderEliminarLos dioses se nos mueren, sí. Hubo muchos y habrá otros, a los que el hombre y la tierra han sobrevivido. A la guerra y a los templos ¿debemos acaso lealtad?
Quizás ...
ResponderEliminarTienes un espacio maravilloso, Joan
Un abrazo
Lo que es seguro, es que nunca podremos deshacernos de ella.
ResponderEliminarBesos, Joan.
Estupendos versos, y en general todo su blog! Esperando sus nuevos escritos desde https://palabradibujada.blogspot.com.es! Un saludo!!
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