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05 mayo 2014

Hacia alta mar



Percepción  del vídeo "Hacia alta mar" de Arturo Villarrubia en homenaje a las fotografías de Sam Hood. Con música de David Bazo.



el mar escucha como un sordo

es insensible como un dios

y sobrevive a los sobrevivientes

(Mario Benedetti)




La mar es gris o azul, tenue o henchida de avispas blancas, cruzada de costa a costa por la valentía de botines, de corsarios de novelas, de Nautilus que preconizan nuevos mundos, de gentes en pos del destino siguiendo la fortuna o la esperanza de una nueva vida. 

El mar es un acantilado sin límites, un precipicio de colores, de salitre, de esponjas, de corales, de arenas, de peces voladores y de faros que lo circundan.

Valientes marineros de tez oscura, de marcas de navajas en sus rostros y de miradas que se pierden en los horizontes insondables, se aprestan a conseguir la plata que se escurre entre sus manos laceradas de sal y sol.

La ultramar sin fronteras, sin límites, se traga como un dios a sus hijos mortales que dan aliento a las olas que los engulle para después dejarlos en buen puerto. 

En alta mar, sin más bandera que los brazos de las sirenas que invitan, a quien se presta a escucharlas, los hijos de los hombres se funden con el firmamento, sintiendo el abordaje de las olas, recibiendo de oro los frutos o llenando sus redes de nada. 

Se alejan flotando las casas con proa. Sus resignados moradores se visten de algas, de espuma, danzando a merced de los vientos sintiéndose libres tras cruzar el faro, mientras, yace en alta mar el sonido de las olas.

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