Percepción del vídeo "Hacia alta mar" de Arturo Villarrubia en homenaje a las fotografías de Sam Hood. Con música de David Bazo.
el mar escucha como un sordo
es insensible como un dios
y sobrevive a los sobrevivientes
(Mario Benedetti)
La mar es gris o azul, tenue o henchida de avispas blancas, cruzada de costa a costa por la valentía de botines, de corsarios de novelas, de Nautilus que preconizan nuevos mundos, de gentes en pos del destino siguiendo la fortuna o la esperanza de una nueva vida.
El mar es un acantilado sin límites, un precipicio de colores, de salitre, de esponjas, de corales, de arenas, de peces voladores y de faros que lo circundan.
Valientes marineros de tez oscura, de marcas de navajas en sus rostros y de miradas que se pierden en los horizontes insondables, se aprestan a conseguir la plata que se escurre entre sus manos laceradas de sal y sol.
La ultramar sin fronteras, sin límites, se traga como un dios a sus hijos mortales que dan aliento a las olas que los engulle para después dejarlos en buen puerto.
En alta mar, sin más bandera que los brazos de las sirenas que invitan, a quien se presta a escucharlas, los hijos de los hombres se funden con el firmamento, sintiendo el abordaje de las olas, recibiendo de oro los frutos o llenando sus redes de nada.
Se alejan flotando las casas con proa. Sus resignados moradores se visten de algas, de espuma, danzando a merced de los vientos sintiéndose libres tras cruzar el faro, mientras, yace en alta mar el sonido de las olas.
Se alejan flotando las casas con proa. Sus resignados moradores se visten de algas, de espuma, danzando a merced de los vientos sintiéndose libres tras cruzar el faro, mientras, yace en alta mar el sonido de las olas.
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