Aprieta la mano de Dios el cuello infeliz
del ahogado y se mofan los niños
apilados jubilosos ante el Hacedor,
sus ojos se hienden ante el crimen
dibujando garabatos en las muecas
de sus labios. Sacrifican en sus risas
su infame y vanidosa rectitud.
Corren jocosos, desvelan los párvulos
el evangelio de los hechos consumados,
delinean con sus brazos mil cabriolas,
patalean su oportuno alborozo
y sus padres los absuelven de tan temprana indignidad.
Dios ascendió de los infiernos,
su ira obturó cualquier indicio de esperanza,
su infinita gloria esputó el sagrado calvario
y el cordero degollado baló en éxtasis,
regurgitando sus entrañas, en la ágora la buena nueva.
Dios aprieta, ahoga y sacrifica a su embustera creación
congregada y homicida, cómplice de su divina
iniquidad, por los siglos de los siglos.
Hoy el poema es muy duro, diría hasta que vomitando las palabras.
ResponderEliminarTen un hermoso día.
Besos, Joan.
Pretendía ser una metáfora, tal vez dura como apuntas.
EliminarTen un hermosos día siempre.
Besos Yayone
me encanta como escribes te dejo un abrazo
ResponderEliminarMuchas gracias por tu comentario. Un abrazo.
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