(A Macarena, aquella tarde en Madrid)
Con prisa,
y sin prisa,
caminabas a mi lado
para acabar colgando,
de chartreuse,
la pulsera y sentarnos.
Mostraba tu verbo el ámbar
seduciendo sensual el verde oliva,
arrobando el bisoño verbo el alma.
Aprendida palabra en un curso
sin pinceles ni acuarelas,
formada en replicar
cañas que se lanzan
para alimentar con peces
buches de marfil y de caoba.
Tu abecé, tu magisterio,
de sol a sombra
en verdes valles,
entre dunas,
me insistía
serte fiel.
Amansaste al Rey León
con el ámbar de tus lunas.
No hay comentarios:
Publicar un comentario