"Gray no está seguro si quiere hacer un romance tintado de fantasía o un festival sangriento hiper-sexualizado (termina por no hacer ninguno de los dos)"
Mark Olsen: Los Angeles Times
Debo confesar que a mí sí me gustó esta película, que aborda dos de los temas más recurrentes del cine: el amor y la licantropía.
La historia no es nada novedosa: una chica dulce y tímida, que parece recién salida de una casita de muñecas, conoce a una joven rebelde, de aspecto duro y rudo. A partir de ahí, cualquier parecido con la realidad puede ser mera coincidencia o una simple concesión a los sentidos.
La película sigue, a mi parecer, la estela de otras obras que han abordado el despertar sexual con resultados dispares (recordemos, al azar, «El lago azul», «El último tango en París» o «Belle Époque»). La originalidad de esta cinta radica en que el foco de esta aparentemente sencilla historia de amor entre dos jóvenes presenta una complicación que marcará el destino del romance: una de las protagonistas despierta a la bestia que lleva dentro al sentir el latido de la sexualidad y el deseo carnal. La opción de la joven no será otra que ocultar su secreto y huir, no solo en un sentido metafórico.
Una de las grandes virtudes de la película es la casi nula concesión a lo explícito cuando aparece la bestia, dejando en manos del espectador la elección entre el interés por recorrer cada milímetro de cada fotograma cuando se anuncia la loba, para así obtener esa imagen distorsionada que tenemos de nosotros mismos y de los demás, o, por el contrario, dejarnos llevar por lo onírico para intentar comprender qué es lo que tenemos ante la vista y que, con dispar fortuna, procesamos en nuestro interior.
La historia de ambas jóvenes (Riley Keough en el papel de Jack y Juno Temple en el de Diane), por el contrario, presenta fases bien definidas, sin salirse del guion que todos ya conocemos. Es en la sencillez, y en cierto tacto o pudor, donde toda la crudeza y dureza de una historia que prometía ser anodina encuentra un clímax con una carga emocional tal que activa cada uno de los resortes de una relación que comienza y cuyo final se desconoce. El descubrimiento del alter ego, de Hyde, del animal que lleva dentro una de las novias, con todas las consecuencias derivadas de sus actos irracionales y salvajes, es lo que también aporta dramatismo a la cinta. La caracterización de las dos amantes es sencillamente impecable, otorgando un notable realismo a unos personajes que nos resultan cercanos y comprensibles.
Quienes piensen que esta película trata sobre un amor ingenuo, llorón y adolescente están equivocados. Tampoco se nos presentan las intrigas de unas jóvenes en edad de merecer.
La madurez de la propuesta cinematográfica se comprende al final, cuando todo lo ocurrido desde el planteamiento se entrelaza de tal manera que lo sensato y lo racional prevalecen sobre la oscuridad que, en ocasiones, los sentimientos generan tanto en nosotros mismos como en los demás.
Aunque el lobo es fiero, el ser humano lo es aún más.

Me encanto esta reflexión. Concuerdo. Me alegra no ser la única que piensa que esta cinta es muy buena. Saludos!
ResponderEliminarGracias por tu comentario. Saludos!
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