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¡Enciende ya una vela, enciende ya una vela,
que ilumine a este caos!
Enciéndela pronto que no se anochezca
perpetuamente esta lóbrega seda,
prepárame un pálido erado
de luces argénteas conexas,
de centelleos que quiten el vaho
de la cóncava sombra, de la sombra convexa,
que rasgue ya esta tela
de negro azabache, de cuerno quemado.
¡Querida, enciéndeme una vela
para cuando yo me muera!
Que sea blanca y negra,
de cenicienta pureza
y sombra que me lleva.
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