El verde ruderal que inunda los caminos
con sus menudas flores victoriosas
es como un punto en el mar
que se cose a las olas fluctuantes
que acompañan silentes y educadas
al rítmico compás del viento que las sopla.
Es mar de los caminos el verdor
del glauco ruderal,
un paso que se ha abierto en mi éxodo silvestre.
Es océano de tierra con el polvo,
con el polvo que se pinta de esmeralda.
Esmeralda el color de mis luceros
con la floresta se extasía
que me guía por la senda
que me lleva al fontanal
con las aguas que son nítidas
vestidas con el traje de la rica verdolaga.
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