Es un gélido véspero otoñal
clandestino y lluvioso,
de grisáceas nubes
como los hombres que antaño
paseaban las calles.
Es una metálica tarde
sin veleidad aparente
con el Sol escondido,
sin la plomiza torcaza
visitando el balcón.
Es esta jornada otoñiza
pegajosa e hilachosa
igual que la larga telaraña
que espera a la presa
con el prieto sedal.
Es un día de cielo cenizo
en que se visitarán los portales
esperando a que escampe
la lluvia enojosa,
la lluvia meona que insiste y no para.
Es día de plomo fundido,
de libro y de manta,
de peli de buenos y malos,
de sopa caliente,
de férvido ocaso de abrazos y besos.
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