El cenicero está colmado
de restos de colillas
que flotan empapadas
con el humazo y la pavesa.
El cenizal es una balsa
que pinta en blanco
el azulado lago sin orillas,
es un estercolero de ilusiones
que se cogieron con la punta de los dedos.
Fosal flotante donde el viento no se afirma,
es un embalse que regaba fértiles
minutos cada día y cada noche
que de un plumazo se esfumaron y se echaron
al olvido con bolisas apagadas
en aguas estancadas, en aguas maldecidas.
Acuoso panteón de carga amortajada
que los labios soportaron en silencio,
es losa de alquitranes que se pinta
en un jarrón con marchitadas flores.
Es anegado lodazal de escoria
y restos de papeles blanquecidos
que naufragan y se encallan
varados en un lóbrego ritual.
Es un colmado cenicero
el sentimiento desterrado que suspira
blanco, negro y gris el humo,
humo del tabaco y la resaca
con el túrbido resuello que se fuma
y dilapida con el trágico desastre.
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