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¡Qué bello es el púrpura de la higanbana
en la húmeda sombría florecida
regalando su color al funeral!
¡Qué bonitas son las flores de la vida
que nos obsequian la belleza de su aroma
y las frágiles esencias de la mortalidad!
Es la flor de la muerte japonesa
un arácnido arrebol que pendulea
en las sendas de los días y las sedas de las sombras.
Con sus pétalos de sangre se le honora
al que dormido yace despertándose
en célico Vergel de lirio rojo araña.
Como un atardecer de colorines
igual que un curvilíneo arco iris,
al verla nos conmueve su belleza.
Es la flor del infierno divinal cortesía,
beatífico regalo de los Cielos,
un presente que dibuja la memoria,
una dádiva que siempre se merece.
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