Asido a esta taza sin nada,
con sus gotas el agua marca un ritmo
de lluvia en estos días.
Me aferro al verde libro,
a la dorada preceptiva,
a lo escrito y sentido
por banal, y por vana, que es la nada
sin sus mágicos soles coruscantes,
sin su verbo tornándose en alisios.
En la mañana iluminada con un flexo,
sus luces otorgándome radiante compañía,
me deshago escribiéndose los versos
que fluyen sin mostrarme la salida.
Os hago, bella oréade, montañas
donde se cumplan todos vuestros sueños.
En agua clara, náyade, deseo yo contaros
unos bonitos cuentos.
De Leucótoe aromo el estético incienso,
mientras, la lluvia afina melodía
bautizando las almas, remojando los días
con húmedo resuello.
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