¿Quién podrá decir que amará a la Señorita Yvaine?
No soy un duque blanco
ni me visto como un camaleón,
y el día que no se abría la puerta
no había amanecido y años después
harían su nido las urracas con su traje blanco y negro.
No sabía que me alegraría la vista y el alma,
ni que su tono monótono y naíf despertaría mis sentidos
cuando la Señorita Yvaine cantara en sus vocales
una canción de tristeza y de decepción interrumpida
por las palabras perdidas en cada pulsión
que pintaría lilas en los pómulos.
No sabía ella que los ganchos del apego
sabrían a caricias de polillas en el vientre
que incubaría la podredumbre del púgil
en amor disfrazado con engaño, y la Señorita Yvaine
confundiría con mariposas los apolillados vómitos
disfrazados de besos en la madrugada.
La Señorita Yvaine ha elegido la compañía del dolor
disfrazado de amor sin condiciones
condimentando de ilusión la factura del dentista.
Podría decir que guardó una pequeña similitud con la Señorita Yvaine, bordando hilos de oros inexistentes que asciendan hasta algún cielo para mitigar el dolor de la atormentada angustia que a veces, crea la soledad.
ResponderEliminarBesos.
Esa sería la parte más amable de la coincidencia, y deseo que la única. ¿Quién no ha sido alguna vez polvo de Constelaciones? ¿O se ha sentido cómo tal? La soledad hay que saberla lidiar, aquel que sabe vivir en soledad sabe apreciar la convivencia con otras personas.
ResponderEliminarBesos.