Andaba
pensando
en los colores del cielo,
en los colores del cielo,
los
de las claras mañanas,
en celestes
Pegasos de hierro
que no vuelan
Pegasos de hierro
que no vuelan
sino
navegan
por alquitranes,
entre continuas
por alquitranes,
entre continuas
rallas pálidas,
en mares de negra lava.
en mares de negra lava.
Entre sombras,
sin compás ni cartabón,
caminé entre plataneros
que a la niñez me llevaron.
Aquellos dejaban sus sombras
majestuosos
en este nuevo estío
arribando
con sus primeras nubes,
en un domingo con celebraciones
después de hacer mi trabajo.
Paseando en
zigzag
para no encontrar
otros hombros,
otras
caras,
pensaba yo en la sopa boba
dejando atrás los Arcos,
la avenida, el paseo,
los árboles,
su acueducto, las mesas y las sillas.
Abandonado de alegrías
y tristezas,
con la mente en blanco,
meditaba, en que sé yo.
A mi lado había velas,
jardineras, la mole de piedras
que asemejan un velero dormido
al que subir y escapar
de la cruda realidad.
Y vi una niña casi de blanco
sentada en un banco
con sus padres.
Jugando de pie
estaba su hermano.
Hizo hoy la pequeña
su primera comunión
vestidita de crema
(la Inocencia en su carita
dibujábase en tristeza).
Quise pensar que no era tal,
solamente la paz, la tranquilidad,
de esa bruma que se escapa
silenciosa por el aire y nos engaña
En estos tiempos
de grandes fastos,
nos invade la pobreza
de quienes buscan
entre las pieles de plátanos
mendrugos, duros o blandos,
entre las bolsitas
de los supermercados,
sea lunes o sábado,
en los domingos bulliciosos
o en los martes apagados.
Buscan entre basuras
dejando vergüenzas a un lado.
Buscan puchero y papeles
para vender a peso.
Fuma alguno las colillas
que atesora en una bolsa.
Los hay que
dejan pasar los días
y noches comiendo del aire
pensando en la sopa boba.
Es este un tiempo atrasado
con niños que comen
bien en los colegios
mientras sus papás
no encontrarán un trabajo,
y quien lo tiene
lo hace a destajo
con pocas horas,
con sueldazos de pobre
desgastados sus zapatos.
En su primera comunión
esa niña
(lo mismo que otros niños),
no tendrá banquete,
ni sardinas ni regalos.
Sentadita en su banco
con sus padres y su hermano,
atardeciendo
un domingo con sus nubes,
con medio Sol,
yo volvía del trabajo
y la niña maduraba ya sus días.

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