20 junio 2014

EN MI CALMA



Cielo gris, estás muy quieto esta mañana.

Al ruido ajenos gorjean los pajarillos.

Mi liturgia matinal
son valerianas sorbiendo
ora café, ora cacao 
con leche de soja.

¡Qué quieto estás Cielo gris!
Casi te toco con la mirada.

A mi vista tonos verdes,
frondosos,
acá un chopo, allá un olmo
mientras me dibujas tu tristeza,
Cielo gris,
en mi mirada.

La normalidad vuelve a su anormalidad,
los viajeros no viajan, van leyendo
curvas, ojos, 
espaldas, reprimiendo el ansia;
la encarnada locura
se hace montaña y valle, 
oasis donde yacer y perecer.

Son caminantes sin camino. Sus destinos
tienen horarios, ritmos despiadados,
para ser, hacer, actuar
como se espera de nosotros.

En mis iris,
Cielo gris,
hay una forma con guadaña,
un éter, ¿qué se yo, un sueño?

viene o va, no anda no para, ni está
ni se le espera, vendrá cuando quiera.

A mi vista, tonos verdes,
majestuosos,
bañados en Sol, dibujados en oro,
y mi dicha en mi calma, calma encendida,
dicha de botica, de hoja blanca y azul.

Se enfría el café, 
se anuda la garganta,
tu mirada se me aparece 
y el alma se sojuzga.

Las palabras se enfrían,
mis manos se hielan
si quiero decirte nada, o mucho,

¿qué es la nada entre la nada?

Sin más te lo confieso 
des del pou més profund del nostre cap.

Tonos verdes me miran sin verme,
¿qué pensarán de mí las raíces y sus ramas?

Tomo un sorbo de frío café,
recién hecho,
según los cánones,
con agua
día a día
en que repito
los rituales, las misas 
y los mantras.

No hay caminos.
hay mapas, quienes suben 
las persianas, van al Bar a tomar la porra 
leer el Marca.

Ahora se levanta una brisa, hay ruidos, 
chirridos, vecinos despertando
reiteran su rutina.

Sin rutinas no habría árboles,
ni limonadas, ni dichas, ni calmas.

La gran Máquina 
está en marcha. Siguen los gorriones
con su pio pio 
y con sus cánticos,

cántigas del hambre 
o de la chicha:
la lombriz, la mosca o
la miga de pan.

¡Ni qué verde, 
ni qué valle!

¡Ni campanas sobre campanas!

Me gustan los árboles, 
sentir la brisa,
pensar tu cara,
tus caderas, 
tu sonrisa, tu pelo, tus uñas
y hasta tus bragas.

Las cosas son. Y lo que no,
se tira por el vano.

Me gusta, ya ves tú, 
el perfil de tu mirada.

Recuento los surcos 
de mi cara, confiero 
que he de rasurar 
esta barba
que pincha, que roza 
como avispas.

¡Qué quieto estás Cielo gris!

Y que agitada está mi calma.



2 comentarios:

  1. Me gusta, ya ves tú,
    el perfil de tu mirada.

    Que arte, tío! !!

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    1. Tal vez sean esos versos lo que en su día pilotaba en esa calma de medicinas...

      Muchas gracias hermano.

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