A Pere Bessó
Maestro, recuerdo
tu torso desnudo asomado al balcón,
a tu lado sonreía la muchacha
que contigo se exhibía complacida.
Recuerdo Maestro
el bar recalcitrante
en el que entraba con lo puesto sin trabajo y sin un duro
y cenábamos con mármoles quebrados
atipados de razones y raciones.
Recuerdo la hastiosa Campaña
y esa sesión de fotos
en que tus párpados arpaban
al compás de los remos de las naves aqueas
abrezado en las notas de la lira de Orfeo.
Maestro, nos recuerdo allí a los dos
sentados apremiados, leías corrigiendo
(pasábamos a limpio aquella atardecida),
los poemas del <<Narcís de la Memòria>>.
Perséfone afanosa sus deseos
aventaba, en aquella primavera
del invierno,
para que tuyos brisaran los ánemos
divinas pasiones en aura del bosque
guardián de la octava ventura del ángel
que escolta y custodia el autumno.
Hoy aún sé lo que siempre supe yo
y evoco, tuyo, el gesto bondadoso
y agradezco lo mucho que me diste y enseñaste
y siempre lo ha guardado el corazón
y vela la memoria eternamente.
(También las rememoro las noches en el <<Copas>>,
y aquél que sin vergüenza
decía sin cortarse: <<a mi que me la xuplen!>>).
Este otoño
después de la tormenta escucho goterones
y revivo los paraguas.
El afán agitado de frenético oraje
me trae tuyo el recuerdo,
recuerdo tuyo
solícito que guardo agradecido,
y así te lo expongo.
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