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06 julio 2024

Misantropía estival sin filtrar

 





Leones no hay en la Casa del Jacinto,

no bromean sus pomos con niños alocados

drogados en azúcar.

 

Solo

la arena,

rigor de cervezas.

 

Conversaciones espumadas

en carbónico gas

se desvientan

en un plis plas.

 

Buenos gestos,

amables sonrisas,

pegajosa humedad

a pie de playa,

con Ral al lado

con rúbrica de poetisa dedicado.

 

Sentado fumando el salitre arrullado

por las olas,

aguantando urbanitas

como yo.

Ellos asilvestrados

por tanto exceso de agua,

de mar,

de sol,

de luz,

de vacaciones

lejos de sus cuatro paredes

representan la escena familiar;

la pubescente lola

pone cara de aburrida;

parece comer limones,

tan rica es su abulía.

 

O comen la paella con gula a lo paleto,

sin orden, no son discretos,

solo falta que engullan

oronda paellera;

pareciera no coman nunca

arroz con leche en su vida.

Son neocons, fachas de chata chía.

 

A veces viene bien alejarse del barullo

enarbolando una fría

sin filtros,

bruta,

nada escrupulosa

rubia de botellín.

 

Prefiero la puericia empalagosa

azucarada con cola cao,

de coca cola,

con chuches de colores,

con margarina colorida

y cereales más almibarados

que manzanas bermellón de las Ferias;

así tanto gritan,

son tarzanes

sin palacazú,

sin pirulí,

sin rico parisien,

sin pipas

ni manises.

 

Gritos pegan

los fantasmas

que aparecen

de improviso,

reyes del mambo,

parece que vendan Pisos

o Castillos en el Aire,

siempre van

de dos en dos,

parecen cuñados

sacados de un libro de terror.

 

Escojo conversar

con camareras,

son mejor que un libro,

más vida enseñan,

dan pie con bola,

son más sinceras;

el sí es sí

el no es no.

 

 


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