Rota y mira su eje al Sol,
se acerca al astro luz
que con ígneas ramas dilatadas
ilumina con acrecimiento
a ese planeta añil,
a la Torre de Babel,
en un punto pequeño del vasto Universo.
Solsticio que alumbra el estío
al día más largo del año,
legando el primer milagro
el vástago con agua
borrando la mancha
primera del género humano.
Acicala el Bautista la herencia maculada
de primos deportados en su dote,
embargados del Edén,
figuras nacidas del fango
desterrados por la poma tarascada
en glotón oprobio.
Las pilas bautismales son recuerdos
del pasado
igual que el desliz infeliz;
pocos saben que es él
de Dios su más alabado precursor
y acervo Profeta de sayos distintos.
En estos salvajes tiempos
se ha cancelado lo sacro;
se busca la verbena, el hipérico,
se toman los brebajes que a las almas purifican.
Se queman los malos augurios
en papel
y profundos deseos suspirados,
ya que humo somos, polvo, barro, vísceras,
que prenden hogueras y saltan las ascuas
nuestros pies descalzos
que friegan las flamas
y flota la favila
que cae y se disuelve en el espacio.
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