Fotografía de takwa abdo
Es descortés hablar con una efigie,
es indiferencia el evitar la mirada,
es desconcertante el gélido hielo
y la escarcha en la palabra.
Descubro que soy una sombra
de un cuerpo
despojada con el alma quebrada.
Acerté hace tiempo
la sospecha de ser vagabundo
sin un hogar que antaño yo moraba.
Te fuiste y sigo sólo mi camino
y llevo en mi mochila los cristales rotos,
los pedazos del alma,
que se esconden en la esclava soledad
y el ánimo los cierra
entre acedos barrotes
sin la dignidad que la Luna me otorgaba.
Mi camino está empedrado
(es un sendero al infierno),
viro hacia al desierto
y sus dunas de arena me hunden hechas grava,
sin las sonrisas, sin mi mano que a la tuya
tímida y dichosa se aferraba.
Se escucha en mis pasos el eco del verso
de la desesperanza.
En un volcán de apagada lava
te pienso, te respiro
y rememoro los días que tu luz
la lobreguez eclipsaba.
Eras el Sol y la Luna llena,
eras el sino que ansiaba
y te marchas, estrella fugaz,
de mis ojos del color de la esmeralda,
de la sentida alma, de todo
y de nada con negra nobleza
y la resaca de la mar brava
dejando atrás el hielo,
el hielo en la mirada.
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