Había en la vacía
plaza
sombras
llenas
de
luz
y una
estatua
de
negro
mármol
que
fisgaba altiva
inmóvil
con
una venda
en
la mirada.
Se
sucedían
las
nubes
y
se dibujaban
en
los cielos
los
rostros
que
imaginaban
nuestras
mentes.
Era
tan infantil
nuestra
filípica
que
los silencios
hirientes,
nuestras
risas
sacudían
alborotadas.
Nadie
escapaba
al
escarnio
de
nuestros verbos,
ni
las hadas
tan
siquiera
que
nos rozaban
altivas
tan
orgullosas
de
sus nombres
y los rizos
que
rizaban
cada
paso
con
cada una
de
sus pupilas
indiferentes
con
escondidos
secretos,
tesoros,
jaleas
y mermeladas.
Bajando
en
el ocaso
al
puerto,
cada
mástil
sin
un barco
ni
travesía
añorada,
añorada,
cae
del cielo
o
de la nada
el
cruel infierno
en
la hora baja.
Ni
el deseo
ni
el amor
deshacen
el
granito
de
la garganta.
Pueril silencio
y
los bolsillos
con
casi nada:
un
mechero,
unas monedas
y
la arrugada
servilleta
que
servía
de
libro
donde
leer
en
blanco
la
linea azul
en
los dedos
de
tu palma.
Con
un chasquido
pasaba
del día
a
la noche
entre
cafés
y aleluyas:
tertulia
que dejaba
en
la mesa
una
mancha.
Si
quedaba
calderilla
rompíamos
la hucha
para
saciar
nuestra
ignorancia.
¡Ni
sed de saber
ni
feliz
bienaventuranza!
No hay nada
más sutil
más sutil
que la frágil
daga de
tus pestañas.
daga de
tus pestañas.
¡Feliz ignorancia! Sí señor. Lo bueno es que siempre seremos ignorantes en algo a no ser los genios, esos lo tienen re difícil. Me ha encantado, es muy original :)
ResponderEliminarLa felicidad de los niños - en su ignorancia - viendo rostros y figuras en las nubes, por ejemplo.
EliminarMe alegra mucho que te haya gustado :)
"No hay nada
ResponderEliminarmás sutil
que la frágil
daga de
tus pestañas"
.Precioso
Muchas gracias Angélica por tu precioso comentario. :)
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