A usted señorita
no le gusta mi poesía,
por eso, dejaré
de dedicar mis versos.
Convengo yo que fui
un grosero versando
lo que nunca usted quería.
Nunca llevo sombrero señorita
con el que hacerle
yo la sombrerada,
cosa, créame,
que a uno sí le pesa
el no actuar
igual como se piensa.
Sincero deje, al menos, que le diga
que en el arte del platicar
nunca pedí el favor
de la amistad,
nunca habrá favor
que le pida.
Ni yo pedí escuchar
lo escuchado sorprendido.
Igual que el vino que se derramó,
sin querer lo escuchado terminó
con el azar cambiando los destinos.
Acepto que lo dicho
dicho está,
se oyera por el viento
o mis oídos,
sepa que lo que dicen los labios
se ha dicho
y lo dicho fue oído
por éste que se va.
Atento me despido
yo de usted.
Reciba para siempre,
Dios mediante,
un deseo sincero
de mi parte,
que la vida
le obsequie la buena merced.






