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Clitia, escucha.
Con ciencia de escarmiento,
la enojadísima Afrodita urdió
vengar al delator de su adulterio.
Al bellísimo Helios ha cambiado su suerte.
Con sus mágicas artes confundió su sentido,
el amor que te tuvo se ha trocado en olvido.
Tendenciosa y maligna lo enamora perdido
de tu hermana querida. Fascinado y rendido,
olvidándote niña, con su rayo encendido
a la ninfa ha encontrado con un plan que ya ha urdido.
Helios, dios hermosísimo, ha engañado
a tu hermana en ardides, añaganzas.
Sin complejos a Eurínome usurpando,
a la fiel confidente, la amadísima madre.
Clitia, así sucedió:
En la cambra cosían, platicaban, reían...
Observando, de lejos, que se abría la puerta,
con su lámpara asiendo, reparó que salía
la hermosísima Eurínome. Imitándola entró
con sus gestos y voz, se sentó y conversó.
Clitia escucha, tu hermana
con sirvientas hilaba finas vestes.
En su cámara entró el suplantador,
echando a las doncellas, bellas ellas,
quedaron solo los dos.
¡Ay Clitia,!
¡Escúchame Clitía, escucha!
Leucótoe, bellísima la ninfa,
adelfa de alma pura, clara y serena linfa,
a su flor impecable defendió,
doncellez que con gozo la guardó,
de tu tan adoradísimo amor,
del hechizado enamorado seductor.
Él a bello jazmín ha desflorado,
ultrajándola la ha deshonorado.
El Sol se ha propasado,
él ufano y contento se ha marchado.
Su desdicha la llora tumbadita en el suelo,
le lacera agraviada el desconsuelo,
manando manantiales se plañe sin consuelo.
Vuestro padre ha creído consentida
réproba y deshonrosa mancebía.
Órcamo a su amadísimo retoño,
sin creerle, a su fruto, lo ha enterrado
bajo tierra, inhumado solo un palmo.
Apolada tendida,
cándida como un tronco de abedul,
yace en greda azulada.
Nívea como cal,
igual que la alba nieve,
cana esplende la neta luna llena.
El licencioso Sol bajó del cielo
a salvarla de su suerte,
mas la muerte cerró,
tiempo ha, aquellos bonitos
luceros de la niña que yacía.
En bellísimo incienso de la parca renace.
Clitia querida,
asomadita a tu ventana
en silencio contemplas la figura fulgente
de amadísimo Sol.
Retraída, execrada y solitaria,
te consumes, te marchitas, con mirada tan perdida.
Al final de tu vida, fenecida y enterrada,
pálida germinaste en girasol.
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