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16 junio 2024

Las palabras más sinceras

Imagen de freepik



Como la brisa el piélago se acerca
y se mece contento en la orilla.
No se marcó su camino en un mapa
-lo transita sin pesos,
sin objetivos, espontáneo-.

Nos dejamos llevar,
somos la hoja elevada por el viento 
caminando a lo
antes nunca andado,
libres y exculpados
del cruel destino,
del más compasivo albur
o la sencilla impotencia
(así tan cercanos el Sol y la Luna
nunca en eclipse se esperan,
saben que nunca podrán tocarse)

Los dilemas se imponen como un peso
igual que un costalero al soportar la tradición.

¿Cómo afrontar la verdad sin herir?

¿Es osadía bajar la persiana?

¿La luz apagas para que venza la tiniebla?

¿Exiges negar a la flor su belleza?

¿Es luz la que encerramos entre rejas
en la cárcel de las buenas intenciones?

¿O es luz la de la venda del prejuicio?

Dios enseña aguantar la cera cierta
del encendido blandón  
(luz que libera las negras tinieblas
de lo dado por hecho).

Mostrada la Verdad devendrá Primavera
o será ajado ababol - frágil
de insoportable levedad -
quebrado como trofeo en el suelo.

Suave o violenta la orilla
muere en la arena borrando huellas
dejadas en herencia.

Morirá en la ribera el camino,
regresará la brava mar al piélago,
buscando el horizonte
ese que no vemos
y no se aviene.

Nada la lenidad
hacia una tormenta negra.

Nunca acompaña la verdad las buenas
intenciones dejando, sin duda 
ni disyuntiva, la puerta abierta 
de par en par:
¿serán beldad y bondad compañeras?





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