Vana esperanza sin el don
de una palabra, la tuya,
que tornó mudó mi eco
que reverbera y se desgarra
sin la voz del mimo gentil
no dado y escondido.
En tu tálamo, donde no me esperas,,
un bruno arroyo desvía mis plegarias.
Concedes al impostor tu santa landa,
tu albo éxtasis vacilante.
Confiada has entregado tu garzo Cielo
y se aplaca el Sol en mi alma hendida
que a la tuya se entregaba.
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