Se viste en invierno el crisantemo,
suaviza su caricia a la floresta
y la vinca, en violetas perfumada,
apunta hacia el cielo su mágica ballesta.
Mira al cielo con su sábana estirada
el aroma de su primo, el pensamiento,
y desliza dulce flecha que me atrapa
con soplo de vaho leve y eterno.
Se inclina con bondad hacia su suelo,
cenicienta con blancura del invierno,
la clemátide apurando el día sexto
trepando el largo lila de ese brezo.
Con punta de plomo se acercan los hielos
y Dafne se resiste con hojas de laurel
a los ruegos poderosos del olímpico arquero
que exhibe sus cortejos con dardo de papel.
Se asoma así el invierno vestido de floresta,
aromando el color del arcoíris,
legando del otoño su capa fría y perfecta.
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